
Y así, sin esperarlo, de pronto, COLAPSÉ
- Marisín Silgado Psicóloga
- 28 jun
- 4 Min. de lectura
No sé cuánto tiempo ha pasado. Sofía se ha quedado dormida en el sofá, envuelta en una toalla, sin braguitas.
Mamá (yo) fue al balcón a buscarlas, pero se quedó ahí de pie, llorando, sin poder parar.
Solo hay un pensamiento que no deja de repetirse en mi cabeza:
NO PUEDO MÁS. NO PUEDO MÁS.
Quiero gritarlo, pero no me sale la voz.
Estoy cansada. Muy cansada.
Solo quiero llorar y dormir.
Terminar este día, despertar mañana y encontrar la casa limpia, ordenada, haber dormido ocho horas seguidas sin interrupciones y sentirme descansada.
Pero eso no va a pasar.
Estoy atrapada en un bucle sin fin.
Y hoy, necesito decirlo con todas sus letras:
Odio esta parte de la maternidad.
---
Odio profundamente...
Odio levantarme temprano cuando he dormido mal y las niñas han tenido una noche inquieta.
Odio no haber limpiado antes de dormir y sentir la ansiedad de pensar que puede haber hormigas por todas partes.
Odio entrar al salón y ver todo patas arriba: juguetes, ropa, zapatos, cosas por todas partes.
Odio barrer y encontrar de todo.
Odio que el tiempo se me vaya en limpiar y ni siquiera haya tocado la cocina.
Odio cuando Sofía se despierta buscando mi cuerpo para dormir un rato más, pero ya es hora de ir a la guarde.
Odio tener miedo de que se haga pipí porque lleva tres días durmiendo sin pañal.
Odio que le dé miedo hacer caca en el váter y acabar poniéndole un pañal solo para eso.
Odio cuando Amaya ha dormido mal y tengo que despertarla igual porque mamá y papá trabajan, aunque ella esté de vacaciones.
Odio verla quejarse porque tiene sueño, porque no quiere vestirse, porque la ropa le molesta.
Odio no poder sentarme a desayunar porque estoy preparando mochilas, peinándolas, revisando que no se olviden nada.
Llegamos tarde a la guarde por tercer día consecutivo.
Y yo odio llegar tarde siempre, incluso cuando me despierto más de dos horas antes.
---
Después, el trabajo... y el colapso
Trabajo toda la tarde. Me encanta lo que hago. Me encanta acompañar a personas en sus procesos psicológicos.
Cinco citas seguidas, seis horas de consulta sin parar. Mucha intensidad. Llego a casa a las diez de la noche, agotada.
Entro. El padre sale a hacer su ejercicio nocturno.
Sofía se enfada porque no dije la contraseña para entrar y no le dio tiempo a abrirme la puerta.
El salón parece un campo de batalla: juguetes, alfombra de patrulla canina llena de Legos, plastilina, platos. Sofía sin bañar ni cenar.
Y aunque estoy al límite, no colapso. Recojo. Organizo.
Pero por dentro: odio cada una de esas tareas.
Odio tener que ir detrás de Sofía para que coma.
Odio sus pataletas.
Odio bañar a Amaya cuando está muy cansada.
Odio que todo con ella sea lento.
Odio que me pida más comida justo antes de dormir y odio que se le caiga y ensucie el suelo, sofá, la toalla, sus piernas...
Odio que Sofía vomite justo cuando estoy a punto de dormirla, y que me vomite encima.
Y odio colapsar, casi a medianoche, mientras ella sigue vomitando y yo ya no tengo ni lágrimas.
Y lo peor:
Odio que ella me vea llorar.
Odio que corra a buscar a su hermana para pedir ayuda, porque mamá no puede más.
---
ODIO ADMITIR QUE NO PUEDO CON TODO
Odio reconocer que la maternidad puede ser profundamente solitaria, incluso cuando tienes una pareja implicada.
Odio que la carga mental no se reparta de forma equitativa.
Odio saber que mañana, al despertar, todo volverá a estar sucio, desordenado, agotador.
Odio quejarme de una vida que en el fondo me hace feliz.
Odio odiar esta parte de la maternidad cuando lo más hermoso que me ha pasado en la vida es ser madre de estas dos criaturitas.
Odio tener que escribir para regularme.
Odio estar despierta a la 1:30 de la madrugada, sabiendo que en pocas horas tengo que levantarme. Odio darme cuenta que no he comido nada desde las 14:30h.
Ya no lloro. El malestar ha bajado.
Ahora solo queda el cansancio emocional que sigue a un ataque de ansiedad.
Y mañana…
Parque acuático.
Compré las entradas hace más de un mes, emocionada.
Y hoy, no quiero ir.
---
Pero escribo… porque sé que no soy la única
No escribo esto para dramatizar.
Escribo para recordarme —y recordarte, si estás leyendo esto— que está bien sentirse así. Que es posible amar con locura a tus hijos y, al mismo tiempo, odiar profundamente esta parte de la maternidad.
Porque esta parte también existe.
Porque no somos máquinas.
Porque necesitamos espacios para decirlo, para no sentirnos solas, para respirar.
Y porque a veces, solo a veces, escribirlo es la única forma de volver a sostenerlo.
Soy Marisín Silgado, psicóloga, si necesitas acompañamiento psicológico, escríbeme al (+34) 633 406 409. Atiendo de forma presencial en la Clínica Vitalsalud en Almería y también de forma online.
Kommentare